El cliente era un escultor en madera, que necesitaba un bloque de grandes dimensiones de madera de abedul, para cometer un trabajo de una talla singular.
Una vez calculada la madera necesaria para el trabajo ( que se llevó unos cuanto tablones ) se fue sacando una a una las piezas necesarias, con cinta, labra y grueso, encolándose por estratos con gatos de apriete, y posteriormente todos entre sí en prensa.
El bloque encolado fue pasado por la labra por las cuatro caras, para enrasar las superficies, y un último toque de lijadora para dejar la textura suave, lista para la gubia.